16 de junio de 2008

OT: Operación Tiroides

Yo, que tengo fobia-pánico-terror-angustia a los quirófanos-bultos-anestesias, yo, que soy tan joven, es mi segunda operación y estoy literalmente acojonada. Mi psicóloga intenta desentrañar si es fruto de una hipocondría patológica o más bien es un miedo común a todos los mortales. Entre tanto yo me consumo y voy haciendo terapia de exposición imaginaria. Mi cama es la camilla, Churrito el cirujano y tengo el armario lleno de ropa verde.
No sé cómo pero el día de mi operación estaba tan tranquila que ni yo ni los de mi alrededor daban crédito. Ya en prequirófanos, oía cómo los médicos discutían y se cagaban en la puta madre de no sé quién, yo allí desangelada por el contexto, con ese gorrito y el camisoncillo que te hace todavía más insignificante, a la espera de que aquellos médicos se pusieran de acuerdo en algo que para mi era lo más importante de mi vida. Llegó el jefe del equipo y me dijo que no podía operarme porque la lámpara del quirófano había estallado y varios anestesistas podían estar intoxicados. Pensé que el surrealismo se apoderaba de mi ser. Aún así mantuve la calma, la compostura y todo el decoro del mundo. Se aplazó para el siguiente día, y bueno, un poquito más nerviosa pero entera de arriba abajo. Esta vez sí que aquellos hombres, a los que confié mi cuerpo y mi mente, me colocaron en mitad de la famosa mesa de operaciones, desde esa perspectiva, hasta siendo miope, evocas la sensación de estar en una nave espacial fresquita, con unas luces cegadoras, donde todos van de verde, y allí mismo tiene lugar la abducción: 1, 2 y 3...

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