9 de enero de 2009

Madrid se tiñe de blanco

Esta mañana me dirigía al curro como todos los días y al salir del garaje caían copitos de nieve. ¡Qué bien, está nevando!-me dije-. A medida que me metía más en la M-40 caían más copos, yo iba despacio pero el coche derrapaba, empecé a acojonarme, 4 kilómetros más adelante fue donde el coche se desbocó como un caballo salvaje y tuve que parar como pude en el arcén. Delante de mí había un accidente, alguien que patinó dando vueltas hasta empotrarse con la mediana de hormigón. Y aquí empezó la odisea. Saqué el chaleco y el triángulo, de gasolina no andaba boyante y tenía que avisar, en el trabajo, a Churrito para que buscara los teléfonos de la grúa, a mi madre para apaciguarme porque el móvil estaba casi sin batería. Me entraron la angustia y ganas de llorar. Los copitos son copones. -¿No querías ir al Círculo polar?, ¡pues toma!
Miré al termo del café que estaba caliente, las galletitas en el bolso y aún me quedaba tabaco. Cogí aire. Los demás coches circulaban lento, algunos derrapaban y se chocaban delante, detrás y en el otro lado de la mediana. Empezaban a llamarme compañeros del trabajo que también estaban atrapados, les cuelgo rápidamente, la radio informa de que todas las carreteras están colapsadas, 400 km de atasco... Mientras, Churrito gestiona la grúa desde casa, las 2 horas de espera de la grúa, se convierten en 5 y cuando pasan las 5, dicen que la guardia civil no les deja pasar. A mi me entra cada más ansiedad de estar ahí tirada, presenciando golpes, viendo que la nieve va cuajando más y más, el triángulo sólo se ve ya a la mitad, dentro de 3 horas empieza a anochecer y siguen circulando coches. Pongo a ratos la calefacción. La desesperación me hace pensar muy mal, caminar hasta Madrid…pero cuando salgo, la nieve me cubre unos 15 cms los pies y debajo hay una capa de hielo, los coches que pasan arrojan la nieve que va ablandándose por zonas, se puede intuir el color del asfalto al otro lado del arcén. Con la batería pitando, llamo a Churrito como si fuera la última llamada y me dice que intente salir de ahí como sea, que si los coches van sin cadenas, el mío también puede. Entonces, con miedo en el cuerpo, arranco el coche y salgo a la calzada, voy a 20 km/h siguiendo las rodadas. Parece que puedo moverme y frenar a esa velocidad. En el primer pueblo doy la vuelta dirección Madrid y me empiezo a tranquilizar. No estoy en mitad de la nada. Con extremado cuidado puedo circular hasta la A-2. Ya estoy cada vez más cerca de casa, ya llego, ya sólo queda una calle que recorrer. Ahora sí está bonita la mañana. Después de 8 horas de angustia vital, llego a casa sana y salva.
¡Sí que está bonita la mañana!

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