8 de enero de 2009

Casas de los horrores

La expresión del mal gusto se refleja en personas capaces de decorar su casa colocando aunque sea encima de un televisor de plasma el torito o la sevillana, en mitad de la cama el Cristo para que la bendiga aunque no se cometa pecado alguno, las figuritas recuerdo de …, relojes de cuco decimonónicos, peluches de feria por cualquier rincón de la casa, el perro de cerámica –según raza- que te da la bienvenida en el pasillo o entrada, ampliaciones casi a tamaño real de fotos de la 1ª comunión y jarrones con plantas de plástico.
Les encantan las imitaciones de lo que sea: reproducciones de mala calidad de Velázquez, Goya o Leonardo, -yo he visto a La Mona Lisa con cejas, ojos como platos y descojonándose, como si fuera de tripi- alfombras a lo persa, jarrones chinos de los chinos, lámparas de araña, muebles de madera color mierda… Les enloquecen como a las urracas los objetos que brillan y que son dorados: cabeceros, acabados de muebles, pies de lámparas, tiradores, marcos de fotos, taquillones, mesas de cristal y espejos ornamentados a la pared. Les apasionan los estampados de floripondios, los cortinones de volantes cayendo a los lados, las toallas con encajes, sábanas grabadas con su nombre y puntillas, pretenden proteger los sofás con plásticos...
Son entusiastas de las formas barrocas o por el contrario, formas rectas sobrias, cualquiera que sea sin estilo alguno… la búsqueda del clasicismo se convierte en un desfile tan pedante que dan ganas de salir huyendo.

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