23 de julio de 2009

La chica de ayer

Allá por los años 80 un@ era más responsable y agudizaba el ingenio si quería lograr algo por pequeño que fuera.

Si tenías una moneda debías seleccionar a quién ibas a llamar desde una cabina de teléfonos y hablar lo imprescindible en esos minutos. Timofónica desde el poder te daba esa opción.
Escribías de puño y letra una carta, elegías papel y boli en función del destinatari@ y hasta que el cartero no te devolvía la carta, vivías con la ilusión de que la habían recibido. Si querías la carta 2 veces, 2 veces la escribías o te bajabas a hacer una fotocopia. Control C y control V pertenecían a un guión de película de ciencia ficción. Las impresoras sólo eran para uso industrial.
Con un carrete de 36 solucionabas unas vacaciones de una semana, pensabas antes de hacer la foto. Para verlas te molestabas en bajar a revelarlas y eliminar en trocitos aquella que pensabas que no era muy pública.
Llamabas al portero para que fulanita bajara a jugar a la goma presencial y no virtualmente.
Si no tenías video, te jodías y te quedabas viendo lo que fuera porque no lo ibas a poder reproducir hasta que se inventara you tube casi 30 años más tarde.
Si tenías duda sobre alguna palabra, buscabas un diccionario o el ESPASA CALPE, haciendo uso de tus aptitudes alfabéticas (las portadas para los trabajos del colegio eran pura artesanía).
Si querías música, ahorrabas antes para comprarla o la grababas en casetes, si se jodía la cinta, ahí estaba el boli bic para darle vueltas y encauzarla de nuevo. El Ares seguía siendo sólo una divinidad griega.
En el Supermirafiori si querías ver una película la interpretabas tú jugando a adivinarlas y lo más parecido al bluethood que habías visto era el teléfono que llevaban los descapotables de Sensación de Vivir (…) .
Ahora, sin contar los inalámbricos, tengo la casa llena de cables antiestéticos colgando como lianas selváticas por todos los sitios: portátil, router, impresora, ratón, pc de sobremesa, tele, dvd, vídeo, consola, accesorios de la consola, cadena musical, altavoces, y otros que no sé ni para qué sirven… ¡no hay regletas suficientes para todos!
Tanta tecnología nos tiene agilipollaós.