1 de agosto de 2010

Cómo sentirse Carmen Lomana por un rato


Ayer fuimos a un desguace, en concepto de acompañamiento y de ver si se podía trapiñar para mi nuevo BMW un mechero que le falta.

El único desguace que había pisado yo era una discoteca que llevaba puesto ese nombre en los años 80. La cosa me sorprendió visualmente, no sólo por el cementerio de coches, sino por la chusma. Vamos, que éramos de lo más selecto con pintas de perro-flauta. Entre los amasijos férreos abundaban los narigudos, tripudos, morenos de albañilería, gitanazos, hombres sudorosos de esos que escupen y se vuelven a meter el palillo entre los dientes, todos colándose entre los hierros de los coches como aves carroñeras...
Allí se encontraban los hombres más feos y más bajunos. Lo juro. En femenino equiparable a las marujas de mercadillo de frutas y verduras…

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