27 de diciembre de 2008

el lenguaje de las flores

La primera planta al emanciparnos fue una gardenia como símbolo de nuestro amor en nuestro nuevo hogar. Compramos la más exuberante de follaje y llena de botones esperando florecer. Así estuvo muchos meses, pero era curioso cómo cada vez que discutíamos perdía hojas de forma abundante. Hubo una época que apenas conservaba los tallos secos, se había muerto, pero incapaz de deshacerme de ella por el significado que tenía, probé a trasladarla de sitio en la cocina. Estuvo en estado de letargo muchos meses, y en períodos de calma, comenzó a asomar tímidamente alguna hoja. La planta ha ido creciendo y deteniéndose en función de nuestras discordias. De tal manera que en estos últimos tiempos, uno de los tallos ha crecido de forma descomunal en altura y en el otro poco a poco van ramificándose sus hojas. Después del avance por la superación de nuestra crisis y de estar soñando varios días que me quedo embarazada, hoy cuando he ido a regarla, me he dado cuenta de que le ha salido su primer capullo.

Mi abuelo murió hace algo más de 2 años y fue enterrado en su pueblo. Mi madre, con el tiempo, le compró flores de plástico al azar para que el jarroncito del nicho siempre tuviera algo que no estuviera seco y muerto. Este año, al llegar a la casa del pueblo, todo el jardín estaba embutido en gladiolos que no se veían florecer desde hace al menos 10 años o más, de forma salvaje rebosaban y se derramaban por las jardineras de piedra como si quisieran hablar, y en mitad de aquella explosión silvestre había un gladiolo que llamaba especialmente la atención por su color y su altura. El más bonito del jardín quiso mi madre regalárselo a mi abuelo. Camino del cementerio, abrió la puerta, y a medida que se acercaba al nicho entre lágrimas, pudo advertir que en el jarroncito las primeras flores que compró de manera azarosa aquel día, eran las mismas que llevaba ella en la mano, las mismas que de forma espontánea habían salido en el jardín ese año y la misma que descollaba entre todas las demás. En ese momento tuvo un pálpito y supo que mi abuelo quería darle las gracias por todo de esa manera tan bonita.

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