29 de enero de 2009

Acércame a verte

Me acuerdo el primer día de mi actual trabajo. Yo que la única discapacidad que había visto era el síndrome de Down que sale en las portadas de Benetton y al tonto del pueblo, ¿qué experiencia real podía tener?
La visita guiada por el centro me abrió las carnes y los ojos. -Dios mío cuánta fealdad junta hay en este sitio-pensé-, fealdad que roza lo abominable si no estás acostumbrado y tu defecto es no mirarla. Tanta imperfección asusta. Vivimos en una sociedad que no tolera esos rasgos expresionistas tan crudos; tan superflua que el rechazo es inherente al ver barbaridades de tal naturaleza humana. Sin embargo, tras 5 años de dedicación a estas personas, descubres que esa fealdad no existe, desaparece ese recelo temeroso asociado a monstruos peliculeros baratos y aprendes a verlos tan habituales como realidades hay en un vagón de metro. Entonces ¿qué coños nos meten en la cabeza incluso queriéndote hacer ver que la discapacidad es tema de diversidad y de igualdad?
En palabras de Rosendo: "Cómo admitir como deformidad lo que no es repetición". La belleza no está en el interior, la belleza está en lo que cada uno quiera proceder en lo cotidiano.
Las personas a las que me dedico están todas dispuestas a ser ellas mismas y hacerme feliz cada día. Yo les devuelvo su deseo y la felicidad va corriendo por los pasillos del centro como un vendaval que se retroalimenta una y otra vez.
La belleza es inseparable del individuo, la mente es la que la separa por falta de hábito. Tu mirada la unifica.

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