1 de enero de 2011

Con A de abuelos y abuelas


Maña, maña, maña... Cocinera y anfitriona, a todos querías sentar en la mesa y dar de comer a cualquier hora. Doña boticaria, infusiones de orégano y friegas para todo; peluquera y hacedora de peircings en orejas; tejedora de bufandas y jerseys. Cazadora de instantes con tus fotos, a ti no te gustaba salir en ellas. Mujer de armas tomar y de moral muy rígida. Un culo inquieto. No tenías miedo a nada, tan sólo a las tormentas. Fuiste un Ave Fénix de pelo incandescente y con una fortaleza extraordinaria.

Hasta lo más cruel de la vida narrado en tu boca hacía reír a los demás. Las penurias de la guerra son menos penurias si eres tú quien nos las cuenta, el campo de concentración, las contiendas... Un auténtico Roberto Benigni a la española y un anecdotario viviente dispuesto a sacar una carcajada del más tarasca, bien sentado en una silla de resplado tieso y bajo las faldas de un brasero, o paseando arriba y abajo por tu pueblo, al compás de tu navajita plateá, el chatito de vino y la gorra enroscada sobre tu cabeza. Con una pita siempre a mano por si hay algo que arreglar.

La bondad por excelencia, un Coronel del ejército español más de traje y medallas que de pensamiento. Todo aquel que le conoció sólo puede decir: - qué hombre más bueno-, un hombre sin enemigos. Él a todos perdona aunque lleven la crueldad como estandarte. Una sonrisa risueña y pequeña, cargada de paz inunda su rostro cuando te mira y te habla. Lector de periódicos y escriba en tu sillón orejero. Te gustaba instruir a tus nietos: maestro en enseñar libros de tapas gruesas con fotos a color, monedas antiguas y otros coleccionismos.

La autoestima suya y la de su familia: auténticos gigantes. Todos somos sus alhajas. Firme y segura, al margen de chismes de pueblo, gozosa de los éxitos que cosechan los suyos le gustaba compartir. Feliz con la vida, acompañada de sus gallos y gallinas, su casa rústica a la que llena de plantas y colorido. Para que sea menos tosca la cubre de paños y ganchillo que hace ella misma y me enseña. Presumida con su dentadura, siempre ilustra una sonrisa en la boca. Hospitalaria y humilde de corazón, que a nadie le falte un plato en la mesa ni una silla para tomar el fresco en la noche.

Os habéis ido despacito pero largo y me dejáis un montón de amor y escuela. Los besos y achuchones de abuel@s no son comparables a nada. Vuestro recuerdo es inmenso. Os quiero siempre.

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